domingo, 9 de marzo de 2014

9 marzo 2013

Y volví a pasear por la Gran Vía de Madrid
pero sin tu mano tirando de la mía.
Y con falta de tu sonrisa vigilando la mía.
Y de tu manera tan bonita y provocativa
de morderte el labio para luego hacer lo propio con el mío.
Y tu manía de hacerme soñar con lo imposible
y con lo que nunca nadie ha osado imaginar antes.

Me harían falta mil 'y' para retratar aquella historia,
historia de cuento que se convirtió en las cenizas
que el viento se llevó cuando me miraste por última vez.
Ceniza del fuego que un día nos habitó,
ceniza que tanto tiempo me invadió en las noches
oscuras, en esas en las que repasabas mi pelo (y que al igual
que el tiempo), ambos se te escapaban de los dedos.

No sabremos nunca si el cuento hubiese tenido un final
más digno de haber luchado un ratito más,
como el que me pedías que esperase a coger el bus.
Y te ponías tan jodidamente preciosa como el atardecer
y como la Luna vistiéndose de plata para ser devorada
por miles de parejas con ansias lobunas, aquellas
que nosotras llegamos a experimentar, o eso creo.

Se me ha olvidado echar de menos, y no hablemos del querer...
¿y qué hago ahora con este desorden a medias?.
Ah, salir a flote como siempre, acompañada de mi sombra
y mis mil demonios, que ellos sí saben el significado de quedarse,
o al menos el de no prometer 'no irse'.

9/marzo/2013

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