domingo, 14 de diciembre de 2014

Radiografía

'A veces odio todo lo que algún día quise'

Odio los lunes y los martes por la tarde.
Los domingos sin planes.
Los parques vacíos de gritos infantiles.
Los perfumes fuertes, a las personas que los llevan
y a los que se maquillan en exceso.

Odio perderme los amaneceres
y ver cada mañana gente que se encamina
por una vida preestablecida y se vencen al cansancio rutinario.

También odio las sonrisas por compromiso y los compromisos sin risas.
Los sueños rotos y llevar los bolsillos vacíos de ilusión,
mirarte al espejo y no querer comerte el mundo.

Odio a su vez a los que contagian la desidia,
a los que merecen más la pena que la alegría.
Y los días de lluvia en que nadie me saca a perderme
por cualquier ciudad.

Odio los reencuentros sin abrazos,
las despedidas en las que ninguno quiere marcharse
(Ilustración de Paula Bonet)
pero no surgen excusas para dar un beso en la frente
a base de
garantía de un futuro próximo y prometedor.

Odio el vacío que te llena
como un tsunami que te inunda cuando alguien
con quien compartías algo más que promesas y un par de besos,
se desvanece como una cajetilla de acuarelas tiradas por el desagüe.

Y las ganas de no parar de llorar,
de romperte escribiendo hasta acabar con ese vínculo que te une al ausente
para acabar fingiendo que nunca ha existido,
que el amor es un espejismo;
y el azar un cabrón con ganas de jugar a los dados.

Odio las estaciones (sin ella)
o las odiaba.
Las noches de llegar reventada y no encontrar su mano acariciando mis sueños.
Odio el frío desde que no es excusa para que me abraces,
y los semáforos en rojo, el fotograma de tus labios perdidos en los míos.
O que Madrid, ya solo sea un par de calles sin alma
un cielo contaminado por la monotonía, sin espacio para estrellas.