A veces cierro los ojos y siento que estoy a tu lado,
y luego me despierto y giro y te veo.
A veces me dices que tienes miedo a los aviones,
y yo solo pienso en que no quiero dejar de volar contigo.
A veces cuando me das la mano floto un poco, me giro, sonríes
y acabo perdiendo el miedo a perder de vista los pies.
A veces me dices que no te escribo, pero no dejo de querer escribir
las poesías más bonitas del mundo cuando te siento dormida en mi pecho
o cuando bailamos de broma un rato más.
A veces también me haces reír hasta que exploto,
o te ríes de mí, o te tiras en el sofá y me expulsas
y no opongo resistencia y me dejo caer.
A veces bailas Annita y otras me pones cantautores brasileños, otras
te intento demostrar que sí sé bailar bachata o pongo canciones francesas tristes.
Pero siempre acabamos convirtiendo el salón de nuestro garaje en el lugar más feliz del mundo.
A veces cuando vuelves más tarde, siempre pienso en lo bonito que es volver a verte,
en las ganas con las que me quedo esperándote,
en la seguridad con la que entras por la puerta y te lanzas sobre mí.
A veces recuerdo las primeras noches con vistas a Atocha,
con las luces rojas tenues y la primera vez que me senté en tu cama.
Y cómo acabamos por los suelos y a la vez con el mismo vértigo de estar sobre
en los acantilados de Ibiza.
A veces recuerdo cómo me diste ese beso horrible en el ascensor,
las chapas que te di yo, las tonterías, los nervios al verte por primera vez con esa mascarilla
y la blusa de flores.
Y la primera vez que me abriste la puerta de tu casa y cómo ahora solo pienso en que cierres la de nuestro cuarto.
A veces pero siempre, pienso que en medio de esta pandemia mundial,
me ha tocado la lotería.
Que me iría contigo al otro lado del mundo
y aprendería (bien) portugués,
a veces, pero siempre, sé todo lo que te quiero, Carmen P.