domingo, 4 de enero de 2015

La chica del sábado

La chica del sábado

Entonces una noche cualquiera me preguntas qué eres aparte de la chica del sábado.
Y yo no sé responderte porque te vi coger con prisas el último bus y desde entonces me has robado la sonrisa.

Me descubres que eres más de huir de todo aquello que suena a serio,
que no te ha hecho nunca gracia que te besen con prisas y me anticipas 'prométeme que no me echas de menos al otro lado de la cama'.

Y yo cierro los ojos y te busco y maldigo mi suerte,
los principios inestables y los kilómetros entre almohada y almohada.

Me dices que soy mona, 
que te hago reír y amenazas con lanzarte a mi cuello, previo aviso.

Así que no me queda otra que invitarte a mis playas,
a recorrer mi mundo,
acariciar tus sueños 
y buscar los horarios de todo tren que me llevaría a ti en menos de tres horas.

Me adviertes que no quieres que quiera nada con nadie y te susurro con la brevedad de un instante que no se me da bien querer,
que tengo más despedidas que reencuentros,
que me sobran papeles
y tengo tendencia a huir si atisbo felicidad,
que me sobran fríos, soledades, noches de invierno, vacíos
y me faltas tú.

Me amenazas con acampar en mi vida,
con cerrarme las heridas 
y no sé hacer otra cosa que obligarte a que saltes a mis precipicios.

Cuentas que aquel día quisiste besarme y no encontrabas ninguna razón para no quedarte.
Pero no sabes que mis ojos no dejan de querer encontrarte 
y perderse en tus historias.

Confiesas que imaginas cómo sería que recorriese tu espalda con mis manos, 
me lo dices la tercera noche a las cuatro de la mañana 
y solo se me ocurre escribir cómo sería tenerte en el hueco de mi cama doble en el tercer piso de un bloque cualquiera en una noche fría de Málaga.

Y te confieso como un paracaidista sin seguro mortis causa,
que no quiero querer a nadie que no tenga el brillo en tus ojos, 
la banda sonora de tu risa, 
las ganas que me provocan apostar al doble por ganarte a ti.

Diciembre 2014.

viernes, 2 de enero de 2015

Declaración de des(amor) propio

Declaración de des(amor) propio.

No te enamores de mí porque sé escribir y puedo convertirte en todo aquello que jamás has imaginado.

No lo hagas porque podría envolverte con la delicadeza de un regalo de cumpleaños que acaba abandonado en un contenedor para niños pobres.

No te enamores de mí porque los poetas mienten más que escriben,
mueren más que viven
e idealizan unas diez veces por segundo.

No te enamores de mí porque llevo por bandera una puerta secreta a diez precipicios y un himno que encanta con voz de sirena.

No lo hagas porque pierdo más batallas que gano y en ninguna se me ha visto levantar un paño blanco.
Nadie me ha visto contar diez jugando al escondite porque me salto nueve, descubro mis ojos y huyo de vuelta a casa.

Nadie me ha visto sonreír un domingo y juro que la guitarra es lo más bonito que han tocado mis manos.
Ten cuidado porque odio los puzzles pero sé ser la pieza que falta a todos los rompecabezas,
el número que soluciona un sudoku,
la palabra con la que empiezas el crucigrama.
Ten cuidado porque escribo más que leo, duermo más que sueño (y sueño y sueno utópica a partes iguales).

Pero sobre todo, cuídate (de mí)
porque lo mismo te hago bailar libre, despeinada, con la respiración y la vida alborotada. Y te enganchas.