domingo, 26 de enero de 2014

Sueños al aire

Tócame la guitarra (de mis costillas).
Enséñame a volar entre las notas de tu voz.
Aprendamos a tocar el piano en nuestras noches.
Hazme musa de tus mejores suspiros.

Susurros de madrugada, me recuerdas que sigo viva.
Te sueño en mi cama y te quiero en mi almohada.
Me miras desde el infinito gris de Madrid,
me tientas con tu sonrisa inocente,
que parece gritar que quiere comerme
pero lo calla el Silencio de tu insinuación.

Tócame el alma entre cartas y amaneceres
en el recoveco de tu cuello.
Aprendamos a tocarnos en braille como
dos ciegas y locas (la una por la otra).
Dejemos los miedos para los frágiles,
para los cobardes que miran al abismo
dos veces antes de tirarse.

Desafiemos a la Luna, bailando entre nosotras
sin invitarla a nuestras noches a tientas.
Me descubres entre carcajadas escondidas
en el aire que me sobra por no
formar parte de tu inspiración.
No sé si entiendes lo que estoy diciendo.

Que Viento nos envidie mientras volamos
escuchando letras dedicadas a los cometas
en los que viajaremos a paraísos intangibles,
a bosques inhóspitos y ciudades de tonalidades
grises que teñiremos del color de tu sonrisa.

Que nos sorprenda Noche riéndonos,
dejando el alma al desnudo y abandonando
a Pasado en cualquier callejón perdido
del Olvido, que dicen que ansía recogerlo.

Soñemos con los ojos abiertos,
¿y si nos reímos de la lógica
adelantándonos al mañana para empezar
a vivirlo?. ¿Y si aprendemos a ser felices
sin necesitar que nos visite Suerte?.

Te leeré entre versos de poetas muertos,
de esos que parecen conocernos a la perfección,
tú me escucharás en cualquier acorde de guitarra.
Nos perderemos en la inmensidad del océano
de nuestros ojos al encontrarse, y que se joda el mar
si te echa de menos.

Te llevaría allí donde acaba el opresor mundo,
escaparíamos con el sol al atardecer,
esquivando los finales, desterrando a Tristeza.
Me escondería en un hueco de tu pelo,
sintonizando sueños, sacándote a bailar
bajo la lluvia, rivalizando con truenos y relámpagos.

Entonces puede que sincronizases tu vida con la mía,
o quizás sólo un par de momentos que guardar
en el fondo del cajón de Felicidad, de momentos
para recordar cuando todo parezca agotarse.

Quitarte la ropa de camino a casa,
abandonando las carreteras secundarias
que sólo nos han llevado a miles de campos
sin salida, de noches perdidas.
Serás una estrella imbatible, en aquel momento
alumbraremos desgarrando tinieblas.

Serás aquel libro que releer cada atardecer,
quizás estarás buscando entonces mi mirada
entre toda la gente cuando pienses
que estoy más lejos que nunca.
Entonces tomaré la licencia de perderme
en tus madrugadas, recitándote cualquier
verso delicado entre caricias por tu espalda.
Entonces tomaré la licencia de que te pierdas
en mis amaneceres, despeinándome los sueños.
Desordenando las líneas a medias.

Vamos a vaciar la Luna,
a lo mejor perdemos
estrellas por el camino
y nos encontramos entre
besos fugaces y nubes rosas.

Tenemos el cielo entero
a la espera en mil y una
noches de domingo.
Tenemos el honor
de hacernos poetas y musas,
pero también salvajes,
de salirnos de cualquier margen.

Que el cielo no es nuestro límite,
sino la pista de despegue.




Cajón de los recuerdos

Acabo de hallar esto y aunque hayan pasado mil sucesos desde entonces, me apetecía guardarlo en este cajón de los recuerdos.

Y que sólo espero que le haga sonreír porque está preciosa y quizás ella, le dedique una de esas miradas insinuantes en las que se le encienden esos ojos preciosos y perfectos (esa luz que joder, ojalá hubiese iluminado todas aquellas noches que la soñaba a oscuras).

Ojalá en ese instante se dé cuenta del tesoro incalculable que tiene a su alcance y no lo pierda. Que no sea gilipollas, ni cobarde, ni la haga llorar, que le arranque sus demonios y sus miedos (antes de hacer lo propio con sus medias).

Que le dé todo lo que necesite y más, que esté a su estratosférica altura. Que le haga sentir querida y que de vez en cuando, la quiera por las dos (porque a veces no solo se olvida de querer, sino de quererse).
Que le escriba versos y le haga sentir musa (porque le encanta) pero más que eso, que no jure bajarle la Luna ni llevarla a París o en caravana por todo Estados Unidos (porque bueno, eso le prometí yo y no sé, que sepa idear mil planes mejores como mil tardes en casa, escuchando su música o dibujando mil constelaciones en su espalda mientras le haces reír o la observas dormir).

Que le haga recuperar la ilusión y le haga soñar de nuevo, como antes, que le haga volar lejos y si te deja cojas su mano (y si le permite la indecencia, la lleve por todo Madrid presumiendo de ella).
Que escape con ella a cualquier otra parte, cuando melancólica te grite en silencio que quiere huir y empezar de cero.
Que sea cursi pero también tenga sus momentos de ego, de hacerse la difícil, porque le vuelve loca.
Que se deje la piel por esos mil planes, por cumplirlos.

Pero que le dé todo lo que necesite, pero sin desvelarle todos tus secretos porque entonces, la habrás perdido.

Que le deje su espacio, que sepa de sus pequeñas manías y sus mil virtudes. Como aquella de provocarte el más dulce insomnio imaginando sus brazos de nuevo en torno a tu cintura o la de susurrar que te quiere al otro lado del teléfono, aunque te separe de ella un puto océano.

Ah, le gustan los atardeceres (como a cualquier buena fotógrafa) quizás sea metáfora del final irremediable de nuestra minúscula historia, así que genérale una afición por los amaneceres, nuevos comienzos. Aunque ello seguramente no cambie su afición por la música melancólica y de tintes tristes que escuchará en su cuarto muchas tardes, odiando quién sabe qué o soñando quién sabe cuántos miles de futuros.
En las despedidas...sal tras ella cuando se haya dado media vuelta, abrázala por la espalda y bésala sin miedo. No le regales bombones, ya descubrirás por qué, y escríbele cartas, muchas.
Con todo ello, creo que es todo. Quizás si lo haces bien no busque cobijo en otros ojos como turista emocional si algo le falta. Mantén la llama viva.

Cae la tarde estival.
Fin de la cita.