domingo, 9 de marzo de 2014

Demonios de ojitos verdes

Mis demonios tenían ojitos verdes, una sonrisa preciosa y mil sueños en el bolsillo.
Volaban a ras del suelo, me duchaban con su risa en el infierno (creyéndose Neruda)
y cada amanecer provocaban mi naufragio en sus ojos, mar calmado y caprichoso (como ella, musa eternamente pasajera).

Mis demonios tenían nombre y apellidos.
También sabían morderse el labio como nadie, y provocar la caída de mil ángeles
con tan solo un ademán de sonrisa.
También creo recordar que les gustaba volverme loca, hacerme desear perder la vida
entera navegando en su boca.

Y de vez en cuando me regalaban mil maleficios en forma de insomnios,
y me frenaban o anclaban al fondo del océano de su soledad pese
a que me prometían lanzarme a volar.
Debe ser que mis demonios no entendían de coherencia en realidad, que se antojaban 
eternos como el Sol cuando precipita su caída sobre las nubes.
No eran tétricos ni sepulcrales, ni perfectos pero me robaban el sueño
(y ello me encantaba, como si tuviese más magia que una noche de reyes).

Eran eternos pero tan solo en mi lado izquierdo, ansiaba taparme
bajo las sábanas como si de un escudo invencible se tratara.
Y yo huía de su recuerdo, del reflejo de esos ojitos demoníacos que
mi mente nunca cesaba de retratar allá donde mi mirada se posara.
Y yo huía de ese culo que tenía, el más bonito de Montera, seguro.
Y retomaré el camino de sus ojos, que eran más poesía
de la que nunca nadie podrá llegar a escribir.
Mis demonios de ojitos verdes eran mi playa en Madrid,
no sé si lo entendéis.

La estrella polar de todo aquel que se cree escritor.
La sonrisa más preciosa de mis mil y una noches.
Ah y el rayo más potente del universo, la constelación que ansiaba tocar
una y otra vez, como si fuera la pianista más delicada del mundo y 
sus costillas el instrumento más acorde a mis dedos.

También era el agujero negro de mis noches, 
el infierno en mente si me faltaba en vida.
El fuego que una vez probado y quemado tus labios,
su cicatriz perdurará.
Hablemos de mis demonios, que resultaron ser un universo finito,
el mejor timo al que me he sometido.

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