sábado, 1 de febrero de 2014

La chica triste de última fila

Será la chica de la sonrisa triste (de la última fila).
Soñará con haber sido musa de mil poetas muertos,
con su nombre en el vaho del espejo trasero del bus
o en mil aviones de papel que bombardeen la Luna
una noche despejada de invierno, cuando todos duerman.
Probablemente se tumbará en su cama, sin pensar en nada,
o quizás su mente le haga volar hacia paisajes desconocidos.
Hacia futuros pluscuamperfectos.

                                 Creerá escuchar que el cartero reclama su atención
              con cartas dedicadas a su sonrisa y a sus ojos
              traicioneros, o a su boca lujuriosa,
                 atravesará portales en busca de un beso 
que cierre la despedida oportuna de sábado.

Recorrerá mil calles creyendo poder huir
de sí misma.
Pero seguirá imaginándose recorriendo mil trenes,
bajando antes de llegar a la estación (como siempre).
Imaginará que algún cantante ocasional le dedica 
una canción lenta y que la princesa del cuento la saca a bailar
en el baile de fin de curso.


                                 O con unos labios recitando mil frases tentadoras en su oído,
                   al ritmo de su canción preferida que invite a la locura.
             Soñará con convertir en cantautora a la que ocupe
               el lado vacío de su cama, que le quite el frío
                    entre acordes tristes de guitarras ancladas a esa frase
de 'me encanta cuando callas porque estás como ausente'.

                     Se despertará al caer al sol en una ciudad que no le pertenece,
se perderá en las estaciones que nunca visitó por miedo
a que el frenado tren no continuase, metáfora
de su acento demasiado sexi cantando 'you are my sunshine,
my only sunshine' en noches de bohemia, cigarrillos y
prisas por vivir el ardor de un aliento, de aprovecharse
del fuego intenso que desprenden las miradas apasionadas
de un par de amantes locos en media madrugada.

                                     No verá un muro decorado con una frase
                         bonita o un par de versos que le hagan flotar
                        en medio de una nube de ilusión entrecortada
                     por su respiración agitada buscando esos brazos
    para perderse en ellos y esos labios que
     con un par de versos le han hecho creerse
      heroína (y olvidarse de su capa caída)
       bajo cualquier puente suicida
     lleno de candados de promesas vacías, desde
     la que tantos suicidas tiraron llaves de esperanza
     en un mundo que no sabe definir 'amor', que egoísta solo avanza.

No verá amanecer desde el techo de la Torre Eiffel
o cualquier símbolo que crea ser metáfora del máxime
y más famoso de los sentimientos.
soñando con tocar el cielo con la punta de los dedos,
o de alcanzar la Luna con tan solo la escalera de 
unos ojos que en el impulso de Suerte la alcen
en medio de un rumor de gente que recorra
las calles en invierno, repletas de nieve,
evocando un infierno paradójico en sus pupilas
rotas o secas, o simplemente caprichosas.


                                                                 Verá la noche caer en un hotel de carretera, o en una
                                          furgoneta abandonada en el descampado de la Nostalgia.
                                   Será princesa de bar, de esas que te hacen soñar
                            con rozarte la piel un microsegundo, de esas que
te hacen ser poeta sin ser musas.
Soñará con nuevas madrugadas en otras almohadas
que la sepan abrigar en medio del inminente infierno
de su mente, ese que la autodestruye.

Y se imaginará haciendo autoestop en carreteras
secundarias a ninguna parte, revisando llamadas perdidas 
en la parte de atrás de la limusina fugaz que resultan
sus caricias al llegar el alba.
Le recogerá la arena de la playa, o quizás el mar
que ansia tocar su delicada mejilla,
coloreada por el viento al dejarle caer en un susurro
en su oído la clave de la Felicidad.

                                      Y las olas del mar, fugaces como un rayo
en una noche de tormenta en sus ojos volarán
con antojo de su cuerpo, devorado por el bosque
sombrío de un país perdido en pesadillas.
Libre, libre como cien pájaros de fuego
que recorren la noche triste, que tienen
envidia de Fénix y con complejo de golondrina
de Bécquer abrazarán sus pensamientos 
para luego olvidar su nombre.

Querrá que le nombren  Lady Madrid 
o inspiradora de imposibles,
la chica misteriosa de la chaqueta de cuero
y los tacones a juego con su sonrisa.
                    Pero las calles de Madrid ya no la reconocen,
            los imposibles no son su fuerte,
        sus mil secretos son revelados en sus ojos
                                         y no lleva tacones por miedo a caerse
                                                    (o perderse en un último baile) y...su sonrisa...
                                  se apagó el día que sus pesadillas le ganaron
                                       el pulso a sus sueños.
Los sueños, sueños son.






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