domingo, 20 de abril de 2014

Yo

Yo no quiero ser la chica de la sonrisa triste cada domingo,
la que mira nostálgica a la Luna y se pregunta cuántos enamorados estarán
prometiéndose amor eterno bajo ella.

Tampoco quiero ser la que observa cómo el mundo gira y se queda al margen,
cómo todos corren y les ve alejarse.
No quiero huir al mínimo temor de que se irán sin mí.

Odio ser la chica que mira por el cristal al final del bus,
la de la última fila, la chica de las letras ilegibles y renglones tachados,
la que se levanta en soledad a ver el amanecer un sábado cualquiera.
O quien no tiene ni fuerza para hacerse un café un lunes por la mañana,
y se bloquea cuando le hablan del futuro, de planes.


Quiero ser la que se levante comiéndose el mundo con una sonrisa
(que ilumine el día más gris de la ciudad más triste).
La que se ríe, 
rivalizando con la puta de la Luna 
y su séquito de musas caprichosas.
La que gira con el mundo o cambia el giro a su gusto
y corre a la par de cualquiera que sepa acompañarla.

Quiero ser la chica con la que quieran, sueñen, ansíen y deseen quedarse.

La muchacha que se sienta al principio del bus y charla con la señora mayor
del asiento de al lado, o ríe cualquier gracia del conductor o responde con una sonrisa
al piropo del chico de detrás.
La que dedica poemas a la primavera 
y a ciudades que conjugan con sus ganas de soñar.

La que recorre calles y garitos un sábado,
bailando hasta que le duelan los huesos,
regalando versos en servilletas a extraños
y huyendo con una sonrisa, tacones en mano.

Quiero un lunes,
hacerme café y feliz,
y tostadas
y darme un baño y regalarme rosas rojas.
Y la que no haga planes porque sabe improvisar,
 porque sea libre o sepa volar (sin alas).
A la que cuando le pregunten qué quiere ser mayor no responda 'feliz' sino 'yo'.

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