jueves, 2 de mayo de 2013

Entre líneas


Dolor es no saber cuándo volveré a verte. O también las últimas gotas en ese frasco de perfume que dejaste en mi baño. Tu olor inconfundible impregnado en mis sábanas (testigos de que no fue un sueño), lágrimas en la almohada (que ya ha desistido de preguntarme por ti). 

Ese jodido clavo de acero que se me clava cada vez que recuerdo el sonido de tu voz susurrando mi nombre, cada vez que vuelve a mi cabeza tu risa (reconfortante ducha en el infierno). No sé si es peor el saber que no vendrías o que ni siquiera me esperas. No encontrarás a nadie como yo (o que te sepa querer hasta cuando la dejes de sonreír para sonreír a otra).Que no es ego, chica, es la verdad, tú no me has sabido apreciar pero (te sigo echando de menos). 

Duele esa espina de tu rosa, clavada cada vez más honda (cada vez que recuerdo tu puta sonrisa y tu mirada clavada en mis ojos, en ese efímero momento antes de que te abalanzases sobre mi cuello). 

Y ahora estoy en esa fase de autodestrucción inducida por tu ausencia, ¿sabes? Moriría por un jodido beso tuyo, por un ‘te necesito’ entre líneas de nuestras conversaciones en decadencia. Porque teníamos Roma y ahora ni Venecia, oye. 

Ni nos molestamos en buscar un París, ¿para qué? Si teníamos tendencia a rompernos ya en solitario, como esas piezas del puzzle, imperfectas y con demasiados vacíos por llenar, pues así.
Y yo no sé si me echas de menos o de más, te dejo el beneficio de mi duda mientras muero escribiéndote unas pobres líneas que ni llegarás a leer.

Triste, como dormir soñando que estoy en tus brazos, como esperar que llamen al timbre y seas tú (en chándal, en vestido, en vaqueros o como sea, preciosamente tú).
Es terrible todo esto, escribir a alguien que no lo va a leer, leer escritos al vacío, a la ausencia, a tu sombra.

Las canciones me hablan de ti y qué hijas de puta son, hasta las cursis (las que tanto odiaba) me recitan descripciones exactas de tu sonrisa, hasta las más lentas me hacen necesitarte aquí para bailarlas contigo, hasta las más agresivas me hacen desear poder comerte de día o (y) de noche. Las baladas recitan nuestro primer encuentro, las de fiesta nuestras tardes gastadas al sol intrépido del invierno y las de pop...esas me incitan a creer que se refieren a nuestras idas y venidas (tan repetidas como sus estribillos, reina).

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